Shinobi Legend

Mucho tiempo ha pasado ya. Grandes héroes se han perdido en el eco del tiempo, grandes voces que hoy parecen ya poco más que suaves susurros traídos por el viento, un viento que ha presenciado desde tiempos inmemoriales un mundo lleno de odio, de guerra y de corrupción, todo ello de mano de la raza predominante: el ser humano.

En los albores de la época shinobi cuenta la leyenda que una ninja destacó entre todos: el Rikudou Sennin, el sabio de los seis caminos. Su poder cautivó al mundo entero, su sabiduría ilustró a cuantos tuvieron la dicha de oír sus divinas palabras. Tal fue su poder que salvó al mundo de la terrible amenaza del Juubi, una bestia ancestral de diez colas que amenazaba con hacer sucumbir a la raza humana. Rikudou Sennin lo dividió en nueve bestias, desde una cola hasta nueve colas.
Pero no tan solo salvó al mundo, sino que divulgó, compartió con este su gran conocimiento, todas las técnicas y el arte del ninjutsu fueron transmitidos desde aquel erudito a todo el mundo, que fue pasando de generación en generación. O eso cuentan las leyendas, olvidadas tiempo atrás, recordadas ahora por poco más que eruditos y ratas de biblioteca.

Los ninjas pronto empezaron a organizarse. Muchos de ellos tenían características genéticas impresionantes y eran capaces de hacer las más disparatadas cosas, algunas que dejarían sin habla a cualquiera. Esos clanes fueron agrupándose, ganando territorio y fundando lo que hoy llamamos aldeas ocultas. Las aldeas ocultas eran localizaciones escondidas donde los shinobi se establecieron como base.
Con el paso del tiempo se fueron industrializando y metropolizando, llegando a convertirse en grandes ciudades cuya economía se sustentaba, por una parte, en los señores feudales que gobernaban cada país y, por otra parte, por los ingresos generados por la venta de los shinobis como mercenarios en misiones que cualquiera podía contratar.

Todo el terreno de juego estaba listo, todo parecía maravilloso. Pero el ser humano no podía mantener la paz durante mucho tiempo... era algo que no iba con él.
Sucedió la primera gran guerra. Lo que se conoció más tarde como "Día cero". Pocos detalles se recuerdan ya, y los que los recuerdan, prefieren olvidar. Al parecer una organización llamada Akatsuki invadió una de las aldeas, la aldea de la hoja, principal potencia militar de la época. La guerra fue sangrienta y encarnizada. Dicha guerra se saldó con centenares de muertos y marcó como un antes y un después en la historia, empezando el conteo anual desde aquel día.

La paz tras la guerra no duraría, pues las guerras fueron sucediéndose una detrás de otra. Los shinobis, embriagados de poder, malograron el legado de Rikudou Sennin hasta deformarlo tanto que usaban el ninjutsu para todo lo opuesto a lo que este habría predicado: el mal. La avaricia, las ansias de poder y el odio consumieron el mundo con sus guerras. Poco a poco la tecnología dejó de avanzar, para avanzar solo en el ámbito militar. Las aldeas se volvían tan poderosas en su afán por extender su poder que los señores feudales llegaron a sentir miedo, en especial desde que en la aldea de la niebla tomaron posesión del país entero proclamando un imperio. Eso sembró la llama del pánico en las almas de los avariciosos señores feudales.

No tardarían mucho en germinar aquellas semillas. Los señores feudales también se habían armado. Había subyugado a pequeñas aldeas ninja para usarlas como ejército. Los beneficios de las aldeas principales empezaron a mermar cuando los señores feudales dejaron de financiarlas, lo cual llevó a una gravísima crisis económica sin precedentes. Y como era de esperar, eso llevó a la segunda gran guerra ninja. Todas las naciones se embarcaron en una grandiosa pelea contra los señores feudales. Pero estos ya no estaban tan indefensos. Sus filas habían crecido a espaldas de las aldeas y estas perdieron la guerra. Los señores feudales se hicieron en esa guerra con el control de las nueve bestias con colas, el último vestigio del poder del rikudou sennin.

Ninguna aldea era ya capaz de atreverse a la sublevación ante la amenaza de aquellas poderosas bestias, no con la situación que vivían las aldeas tras la guerra. Sus gentes hambrientas, sus infraestructuras deterioradas, sus tecnologías obsoletas y sus shinobis habían perdido el espíritu que tiempo atrás los habría hecho luchar hasta la muerte. Al borde estuvieron las aldeas de su destrucción total, hasta que los señores feudales volvieron a financiarlas. Las condiciones eran claras, mantenerse siempre bajo las órdenes de los señores feudales y mantener bajo unos límites sus poderes militares bajo la amenaza de una nueva guerra. Guerra que las aldeas no estaban preparadas para afrontar.

Las aldeas habían perdido ya toda esperanza, eran incapaces de realizar alianzas con otras aldeas y romper el yugo que les oprimía, pues las redes de espionaje e inteligencia de los señores feudales estaban muy ancladas en cada una de las aldeas. Ante tal situación no quedó otro remedio que la resignación.

Doscientos años después, con las aldeas totalmente recuperadas de la desolación que habían sufrido, se unieron de nuevo, bajo el pacto de Hikirikaze (pacto del viento de la niebla ígnea). Konoha, Suna y Kiri se sublevaron en cada uno de los extremos del mundo shinobi y cortaron los suministros a los señores feudales. Durante cinco años de guerra, consiguieron grandes proezas. A punto estuvieron de poder vencer, pero entonces se desató la ira de los malvados señores feudales.
Ante su cercanía a la derrota, las nueve bestias quedaron libres. Como escarnio público, no solo las aldeas sublevadas, sino todas las del mundo shinobi fueron arrasadas por las bestias y los ejércitos de los señores feudales. La destrucción que se sembró, jamás se olvidará. Una parte del alma del ser humano se desgarró en la tercera gran guerra ninja, una parte de su humanidad, si es que le quedaba alguna.

Una vez más, los señores feudales subyugaron a las aldeas, aquella vez ejerciendo un control casi asfixiante sobre estas. Ya no eran solo aldeas subvencionadas y controladas, se habían convertido en una empresa de los señores feudales, que solo miraban por la rentabilidad económica. Jamás, ni tras los años de la guerra, se había vivido una pobreza tan extrema en las aldeas.

Cincuenta años más tarde, un grupo de shinobis renegados, hartos del sistema feudal impuesto por la fuerza, desataron el caos en los imperios feudales que señoreaban el mundo en aquel momento y consiguieron hacerse con cuatro de los nueve bijuus. Ante la posibilidad de una guerra que podría acabar en la destrucción completa del ser humano, los señores feudales firmaron la paz con los shinobi. Aquel grupo de shinobis fundó una antigua aldea, cuyas ruinas aún podían encontrarse: la aldea del remolino. Esta aldea estaba en una isla rodeada de fuertes corrientes marinas y remolinos, lo que hacía totalmente imposible su invasión por mar o tierra. Los señores feudales nunca más tuvieron la valentía de romper el pacto, sabían que no podían hacer frente a las aldeas en aquel momento, no con Uzushiogakure albergando a cuatro de las nueve bestias.

Las aldeas tardaron muchos años en prosperar y volver a su gloria pasada. Los años siguientes fueron marcados por una prosperidad económica y poco control a las aldeas por parte de los señores feudales, aunque seguían imponiendo sus salomónicas normas a cambio de la financiación.

Las aldeas no tenían ya contacto unas con otras. Las alianzas se habían roto. Todas se odiaban entre ellas a causa de la tercera gran guerra ninja, culpa de la cual habían pagado todas a causa de aquel tratado. La única que no guardaba rencor a las demás era la aldea del remolino, aunque el miedo que les causaba a los demás y su complicado emplazamiento hizo que las aldeas fuesen recelosas de pactar alianzas con esta.

Seiscientos años han pasado desde el día cero. Desde el día en el que el legado de los shinobi comenzó a volverse negro, desde el día que el ser humano se adhirió a sí mismo el odio y la muerte. Seiscientos años han pasado, pero el odio, la guerra y la muerte, siguen presentes aún. El constante roce entre las aldeas por mantener su territorio y sus financiaciones intactos causa guerras relámpago cada poco tiempo, guerras que no hacen sino mermar las filas de las aldeas, para gozo de los señores feudales, que aún cuentan con cinco de las más peligrosas armas del mundo shinobi, aunque estas bestias siguen selladas en templos perdidos y custodiadas por los ejércitos de los señores feudales, al igual que los otros cuatro, que Uzushiogakure escondió hace siglos para que no cayesen nunca en malas manos.

Bienvenidos, shinobis y kunoichis, a un mundo donde el caos, la muerte, la destrucción, la codicia y la guerra están a la orden del día. A un mundo, donde la felicidad es efímera, a un mundo donde la paz y la tranquilidad, es tan solo un tiempo en la sala de espera de una nueva guerra. Un mundo donde el gélido dedo de la muerte puede sentirse en cada rincón, acechando, esperando para llevarse a quienes por derecho le pertenecen. Sean bienvenidos todos...