Noi's Chronology

Nozomi nació bajo el seno de una familia japonesa en el Pueblo Paleta. Creció y se crió en un templo a las afueras de su pueblo natal por su madre, la mujer que llevaba aquel templo donde cada día se acercaban pueblerinos para rezar a los dioses y donde a menudo se reunían pokemon que jugaban con Nozomi. La familia de Nozomi corría por tiempos difíciles, en cuanto a dinero y a salud. La madre de Nozomi no tardó en morir cuando ella tenía al rededor de tres años, dejando a la chica con un misterioso huevo. La niña, al ser tan pequeña, aún no comprendía el por qué su madre ya no estaba con ella, y poco a poco empezó a desarrollar una personalidad callada y sin mostrar emociones. Todo a su alrededor comenzó a perder valor e interés, y de alguna forma se vio sumida en una extrañeza continua.

Cuando todo parecía ir mal, apareció una hermosa y gran ave delante del templo de Nozomi, dispuesta a llevarse a la pequeña de cinco años. Nada más la pelicastaña salió del templo, la ave la cogió con sus patas y se la llevó de allí. Nozomi sostenía aquel huevo que le dejó su madre. Se trataba de una réplica de Ho-Oh, quien la llevó a un extraño lugar donde fue reclutada. Allí conoció a un chico del que nunca supo nombre pero fue el primero en quien pudo confiar. Guardaba en secreto el huevo que le dio su madre esperando que algún día se abriera. Pasó hasta los trece años en aquel centro de concetración con aquel extraño chico y el misterioso huevo. Nozomi y el chico se dieron cuenta de lo valiosa que era la libertad, y era lo que más anhelaban.

Finalmente tras muchos esfuerzos e intentos lograron escapar de aquella prisión y devolver la normalidad a sus vidas. Se separaron nada más salir, y Nozomi, al no saber donde estaba, no pude volver a casa. Pero recordando todo lo que había pasado los últimos años ahí, tampoco le interesaba volver. Después de aquellos años Nozomi adoptó una postura de hermana mayor, tranquila pero decidida. Tan pronto como salió supo que sería una entrenadora, o al menos no le quedaba otra puesto que, ¿qué más podía hacer? Pero un día mientras caminaba por quien sabe donde, el huevo comenzó a moverse y a crujir, y de dentro salió un bonito Vulpix. Ellos dos se encariñaron nada más verse las caras y estuvieron juntos hasta el día de hoy. Estuvieron, están y estarán, claro. Nozomi cuida perfectamente del Vulpix y además entrenan muy duro. Aún sin saber nada de su familia, nada de porqué fue raptada, ni que le depararía el futuro, Nozomi emprendió un nuevo viaje, una nueva vida junto a aquel Vulpix por los rincones de Gaia.